Reflexión sobre cómo salir de Amet

JORGE HERRERA...
Don Jorge Herrera

MI VOZ ESCRITA

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Por Jorge Herrera

En la entrega “Más sobre el chasco Amet” escrita hace unas semanas, luego de denunciar el bochorno en que devino la altruista idea del ingeniero Hamlet Hermann Pérez y el vano empeño de algunos comunicadores en procurar correctivos “imposibles de toda posibilidad”, prometí sugerir la solución que nos libre de lo que reitero es una estafa.

Y a eso voy con toda seguridad; pero antes debo consignar que lo de la Autoridad Metropolitana de Transporte no es un asunto simple ni un embeleco que acontece, “se desliza” y ya; sino que las arbitrariedades y desaciertos en que incurren diariamente sus agentes, lejos de ser excusables y corregidos, se agravan con el tiempo, y parecería que la intención es joder.

Si ese es el caso, inverosímil por supuesto, habría que concluir que al igual que otros “inventos” policiales como los Dicam, Dicrim, y otro que tiene que ver con las pandillas en conflicto con la ley, la Amet no es otra cosa que una forma de molestar y extorsionar al “noble y sufrido” ciudadano de a pie; al mismo que paga su parásita presencia en calles, avenidas e intersecciones.

Confieso que no sé absolutamente nada del presupuesto asignado por el gobierno a esa dependencia, ya que mis intentos por enterarme han resultado inútiles. En su página de la Internet es imposible leer la referencia presupuestal, en tanto el tamaño de la fuente informática, acaso adrede, es ilegible.

De modo que, ¡vaya paradoja! La misma Amet provoca que uno no resista la tentación de pensar que existe la intención de soslayar la transparencia, de ocultar algo; acaso acordado. ¿Quién quita que ahí resida el afán desmedido de los miembros de la Amet en imponer multas indiscriminadas y en ocasiones selectivas? “!Sabrá Dios! Uno no sabe no sabe nunca nada…

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